El pasado sábado 27 de marzo, por cuarta ocasión consecutiva, el mundo se unió en una manifestación contra el cambio climático: la Hora del Planeta. De 20:30 a 21:30, hora local de cada país, los monumentos principales de las naciones apagaron sus luces. Desde la ópera de Sydney hasta el Cristo del Corcovado en Río de Janeiro, alrededor de 6 mil ciudades en todo el mundo participaron en el apagón mundial.
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. Se habla de la importancia de iniciativas como ésta en la generación de conciencia respecto al medio ambiente, se aplaude la participación de 37 países más que el año pasado (125 en esta edición contra 88 en 2009), se hacen cálculos sobre el ahorro de energía generado —en Francia se economizó lo que la ciudad de Lyon consume en un día—; sin embargo estos datos no dejan de tener un gusto a saborizante artificial que cubre a una realidad no tan dulce.
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. Los edificios que apagaron sus luces fueron instancias oficiales, pues el mensaje que con ellos se emite es “a nosotros, gobiernos del orbe, nos importa”, aunque cien días atrás se hayan quedado cortas las resoluciones de la cumbre de Copenhague. Pero a quienes no importaba proyectar una imagen de conciencia ecológica —es decir, a la ciudadanía mundial— poco llamó la atención la Hora del Planeta; la participación de casas y oficinas fue prácticamente nula.
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. En un extremo, la necesidad de mostrarse como amigo del planeta; a medio camino, el desinterés ciudadano; ¿y en el otro extremo? Un mensaje opuesto: las luces de las empresas multinacionales, desde los anuncios luminosos de Times Square en Nueva York hasta los espectaculares de Coca Cola en México (marca patrocinadora del apagón mundial) permanecieron brillando en toda su gloria durante la Hora del Planeta. No es necesario que estas empresas queden bien, de todos modos seguiremos comprando Coca Cola.
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. ¿A qué le tiran los organizadores de esta campaña en el World Wildlife Fund? ¿Cuánta conciencia esperan generar con una hora al año de monumentos a oscuras? ¿Qué hacen los gobiernos además de ceremonias oficiales de apagón, acaso trabajan en políticas públicas en materia ecológica? Cuando un movimiento así causó poca respuesta en la población general, cuando las conferencias internacionales sobre el cambio climático no generan reglas obligatorias en materia de reducción de contaminantes, cuando el mayor emisor de gases nocivos en el mundo se retira de acuerdos como el Protocolo de Kyoto, ¿es posible tomar una propuesta como la Hora del Planeta en serio?
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. A finales de este año se llevará a cabo la XVI Cumbre de las Partes para el Cambio Climático en Cancún. Si el carácter del apagón mundial de este sábado fue “simbólico” y buscó “generar conciencia”, se espera que la reunión de la que nuestro país será sede aporte soluciones concretas y efectivas, que busquen resolver el problema. De lo contrario, tal vez no mañana ni en este mes, pero llegará el día cuando la Tierra decida ella misma hacer su propio apagón.
Editado para agregar: En una nota que salió hoy en El Universal, puede encontrarse la explicación de la compañía eléctrica española Red Eléctrica de cómo el apagón genera más emisiones de dióxido de carbono: "en un apagón conjunto la demanda disminuye de forma brusca aunque la oferta se mantiene, lo que 'provoca desajustes en el sistema y obliga, por tanto, a reducir el nivel de producción eléctrica. Esto aleja la producción eléctrica de su nivel óptimo, aumentando el nivel de CO2 generado por kilovatio y el costo de generar la electricidad'". Nota completa aquí. O sea que además de tratarse de una medida "pantalla" sin solución de fondo, en realidad le costó más al planeta.
Magnifica nota, me encanta la ironia y el sarcasmo !!!
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