miércoles, 10 de marzo de 2010

Triste historia

Dos semanas atrás se celebró la afamada Feria del libro, la cual permaneció del 17 al 28 de febrero en el Palacio de Minería situado en el centro de la ciudad de México. Aprovechando la oportunidad decidí asistir a tal acontecimiento y como resultado he de mostrar aquí la historia que refleja una sociedad mexicana poco interesada en la inmensidad cultural con la cuenta.
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. Era 20 de febrero cuando me encontraba ante aquel acervo de ideas plasmadas en papel, rodeada de miles de personajes que con la intensión de ser percibidos por alguien, investigaron, imaginaron, analizaron y sublimando experiencias, sentimientos y pensamientos lograron culminar y grabar un poco de su realidad subjetiva en materia dispuesta para ser usada.
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. El lugar se encontraba en condiciones atractivas para cualquiera que guste de la compañía de un buen libro, era medio día y notablemente se percibía una tranquilidad grata. Durante la siguiente media hora la pasividad era un elemento que acompañado por la música de violín casi imperceptible que se escuchaba a lo lejos, hacían de una calurosa mañana una estancia placentera.
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. Al seguir el incesante proceso diario e inevitable del tiempo marcado y percibido por las manecillas del reloj, me di cuenta que como si éste acabase de enunciar un silencioso aviso novedoso, una gran cantidad de adolescentes uniformados se encargaron de transformar esos pasillos de tranquilidad en un tianguis a merced de impetuosas individuos que transitaban sin propósito alguno.
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. Sus miradas perdidas en todos los rincones de las diferentes salas demostraban interés nulo por el contenido de las millones de páginas que frente a ellos se presentaban. Ambulantes cuerpos que rozaban mutuamente, observaban y comentaban diversos temas sin especificar alguno que contuviera el aula presente.
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. Algunos asistentes que se encontraban en los diferente paneles con una cordial frase que incitaba al espectador a informarse, eran atendidos con un movimiento vertical de arriba abajo indicando un; sí gracias, dejando esas palabras solamente flotando en el aire.
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. Otros, mientras tanto, con folletos y revistas en mano se encargaban de asignar a cada visitante su respectiva papelera sin importar el caso que se le prestase a los contenidos de tan accesible información.
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. Así en medio de este aposento repleto de jóvenes –en su mayoría- obligados y sentenciados a cumplir con su labor escolar, fue como el Palacio de Minería se encontró habitado y en movimiento, no obstante algunas excepciones que denotaban interés por los contenidos temáticos expuestos salvaron la generalización de la actuación de dicha jauría.
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. La exposición de libros se lleva a cabo para insitar al individuo a informarse y adquirir nuevos conocimientos, saberes o creencias, o bien renovar su visión de estos, lamentablemente en pleno siglo XXI y especialmente en nuestro país, el interés por la lectura es mínimo tanto en niños, jóvenes y adultos, lo que trae como consecuencia la ausencia de valores, ideologías y cultura recayendo en la comunidad como un lamentable déficit social que prevalece ante la mirada atónita de todos y cada uno de los integrantes de ella.

2 comentarios:

  1. Efectivamente muchos van a estas ferias por obligación. Y no es sólo un asunto de literatura, también es común ver en los museos a chavos que llegan a copiar las fichas técnicas de todas las obras sin que éstas les merezcan siquiera una mirada. Es triste.

    Ahora bien estas tareas también deberían tener un propósito. En periodismo prácticamente todos nuestros maestros nos enviaron a Minería, pero cada uno con un propósito específico: cubrir un evento, conseguir una entrevista con el representante de alguna editorial, etc... A nivel educación básica debería ser igual, no nada más decir "vayan y me traen su boleto y el programa para comprobar que fueron", eso no sirve, eso es lo que fomenta que se vaya sin realmente estar ahí.

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  2. Estoy de acuerdo. Cubrí la presentación de un libro de fotografías de La Jornada y en la fila de atrás de donde yo estaba sentado, tres jovencitas no paraban de hablar y de hacer comentarios fuera de lugar, además de que empleaban frases como "¿qué carajo hacemos aquí? o ya vámonos esto es del periódico" Lo que inmediatamente me llevó a pensar en sus familias, ¿qué le enseñan a sus hijos? En fin, por lo menos para mí la lectura es un suplemento alimenticio que ayuda a las personas a crecer, tal vez para algunos otros como el trío mencionado la crítica sin fundamentos y ver las telenovelas funcionen como para mí los libro.

    Es cierto, los jóvenes no leen por gusto, pero ante el problema las casas editoriales no hicieron mucho al respecto tomando en cuenta en que la mayoría de los libro oscilaban entre $100 y $200 pesos. Si hay quienes apenas tienen para comer ¿creen ustedes que van a gastar $100 en comprar un libro en lugar de comprar comida?

    Usted qué opina,amigo lector.

    ¡Qué barbaridad!
    Rodrigo Tovar

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