El clásico silbatazo del oficial…de tránsito indicaba el alto para los autos y el siga para los peatones que cruzaban avenida Insurgentes, provenientes de la estación del Metrobús “Dr. Gálvez”.
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. La hora para el enfrentamiento se acercaba y sólo daba tiempo para comer tacos de canasta en alguno de los tantos puestos que presumían “¡Ricos tacos a 7 x 10!”; o tortas especiales de 30 pesos; o tacos de bistec, pastor, riñón y carnitas acicaladas de 15 pesos, con una señora que se dirigía a sus clientes con afecto: “de qué te sirvo, mi amor; cuántos, mi amor; ¿están ricos?, mi amor.”
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. La hora para el enfrentamiento se acercaba y sólo daba tiempo para comer tacos de canasta en alguno de los tantos puestos que presumían “¡Ricos tacos a 7 x 10!”; o tortas especiales de 30 pesos; o tacos de bistec, pastor, riñón y carnitas acicaladas de 15 pesos, con una señora que se dirigía a sus clientes con afecto: “de qué te sirvo, mi amor; cuántos, mi amor; ¿están ricos?, mi amor.”
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. Siete y media de la noche, luego de probar los manjares mencionados, es hora de entrar. A unos cuantos pasos de la puerta de ingreso y con el boleto en mano, personal de seguridad hizo sonar su megáfono para advertir que se prohibía la entrada con bufandas y cinturones. ¿Y si hace mucho frío y estás enfermo de la garganta? ¿Y si te queda grande el pantalón? Ni hablar, qué puedes hacer contra policías que no escuchan a nadie y sólo repiten las instrucciones que les fueron dadas. Así que, una de dos, dejar el cinturón encargado con los “cuida cinturones”, es decir, pagar para que te lo roben; o esconderlo tú mismo donde se te ocurra sin que te vean.
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¡Oh, Universidad!
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El himno de los Pumas de la UNAM daba inicio a la ceremonia de la semifinal de ida de la Concachampions en el Estadio Olímpico de CU. Cruz Azul, odiado rival felino, fue abucheado desde que apareció a calentar en la cancha y hasta que el último de sus jugadores ingresó al vestidor cuando el encuentro finalizó.
. Lo único bueno fue el gol y el aficionado de los Pumas que no paraba de maldecir a los visitantes, ¡ah! y el incógnito seguidor celeste que llegó tarde y no le quedó de otra que sentarse entre los fieles universitarios.
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. “Se le solicita a la comunidad universitaria que al finalizar el partido esperen un momento en lo que la porra del Cruz Azul desaloja el inmueble”, anunciaba el sonido local que fue callado de inmediato con un Goooya, goooya…
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. Pasar al baño, decir adiós al estadio de Pumas, ir a recoger el cinturón escondido y pensar en el camino más adecuado para el regreso, era lo único restante. Definitivamente el Metrobús no era la mejor opción, la gente abarrotaba los torniquetes y las filas se podían ver desde el edificio de la Conagua. Mejor caminar hasta el metro Miguel Ángel de Quevedo para agarrar lugar hasta llegar a la casa.
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. El regreso por la calle Chimalistac remite a un pueblillo del interior del país, pareciera que caminas por las empedradas calles de San Miguel de Allende, en Guanajuato, que, si te pones a pensar en que es “semana santa”, no te cuesta mucho trabajo imaginar que no estás en el D.F., además ni tráfico hay.
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. En fin, ganaron los Pumas, cosa que ni me hace más feliz, ni me entristece, lo que sí disfruto es cuando la gente grita y se siente parte de los 22 hombres que están en la cancha, cuando gritan, se desahogan y olvidan sus conflictos personales, cuando lloran porque su equipo va perdiendo, cuando presumen a los aficionados rivales la victoria de su equipo, cuando los niños, disfrazados de su jugador favorito, gritan ¡gooool! Como si ellos lo hubieran metido.
. Siete y media de la noche, luego de probar los manjares mencionados, es hora de entrar. A unos cuantos pasos de la puerta de ingreso y con el boleto en mano, personal de seguridad hizo sonar su megáfono para advertir que se prohibía la entrada con bufandas y cinturones. ¿Y si hace mucho frío y estás enfermo de la garganta? ¿Y si te queda grande el pantalón? Ni hablar, qué puedes hacer contra policías que no escuchan a nadie y sólo repiten las instrucciones que les fueron dadas. Así que, una de dos, dejar el cinturón encargado con los “cuida cinturones”, es decir, pagar para que te lo roben; o esconderlo tú mismo donde se te ocurra sin que te vean.
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¡Oh, Universidad!
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El himno de los Pumas de la UNAM daba inicio a la ceremonia de la semifinal de ida de la Concachampions en el Estadio Olímpico de CU. Cruz Azul, odiado rival felino, fue abucheado desde que apareció a calentar en la cancha y hasta que el último de sus jugadores ingresó al vestidor cuando el encuentro finalizó.
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. Dedicatorias especiales para los rivales se escuchaban, pero quien se llevó más frases inmortales fue el mortal (porque cometió un error) José de Jesús Corona, portero suplente en este encuentro que se quedó fuera de la lista de convocados al mundial de Sudáfrica. “¡Corona! ¿Ya contrataste SKY?”, le gritaba la gente.
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Pablito metió un golecito en la portería del Cruz Azulito
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Minuto 23 del partido y el más querido por la afición felina, Pablo Barrera, anotó el gol que valdría la victoria para su equipo y el fin de la racha auriazul de ocho partidos perdidos consecutivamente en CU.
.. Dedicatorias especiales para los rivales se escuchaban, pero quien se llevó más frases inmortales fue el mortal (porque cometió un error) José de Jesús Corona, portero suplente en este encuentro que se quedó fuera de la lista de convocados al mundial de Sudáfrica. “¡Corona! ¿Ya contrataste SKY?”, le gritaba la gente.
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Pablito metió un golecito en la portería del Cruz Azulito
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Minuto 23 del partido y el más querido por la afición felina, Pablo Barrera, anotó el gol que valdría la victoria para su equipo y el fin de la racha auriazul de ocho partidos perdidos consecutivamente en CU.
. Lo único bueno fue el gol y el aficionado de los Pumas que no paraba de maldecir a los visitantes, ¡ah! y el incógnito seguidor celeste que llegó tarde y no le quedó de otra que sentarse entre los fieles universitarios.
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. “Se le solicita a la comunidad universitaria que al finalizar el partido esperen un momento en lo que la porra del Cruz Azul desaloja el inmueble”, anunciaba el sonido local que fue callado de inmediato con un Goooya, goooya…
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. Pasar al baño, decir adiós al estadio de Pumas, ir a recoger el cinturón escondido y pensar en el camino más adecuado para el regreso, era lo único restante. Definitivamente el Metrobús no era la mejor opción, la gente abarrotaba los torniquetes y las filas se podían ver desde el edificio de la Conagua. Mejor caminar hasta el metro Miguel Ángel de Quevedo para agarrar lugar hasta llegar a la casa.
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. El regreso por la calle Chimalistac remite a un pueblillo del interior del país, pareciera que caminas por las empedradas calles de San Miguel de Allende, en Guanajuato, que, si te pones a pensar en que es “semana santa”, no te cuesta mucho trabajo imaginar que no estás en el D.F., además ni tráfico hay.
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. En fin, ganaron los Pumas, cosa que ni me hace más feliz, ni me entristece, lo que sí disfruto es cuando la gente grita y se siente parte de los 22 hombres que están en la cancha, cuando gritan, se desahogan y olvidan sus conflictos personales, cuando lloran porque su equipo va perdiendo, cuando presumen a los aficionados rivales la victoria de su equipo, cuando los niños, disfrazados de su jugador favorito, gritan ¡gooool! Como si ellos lo hubieran metido.
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