miércoles, 21 de octubre de 2009

¡Qué difícil es ser padre!


Me siento a la vez sorprendido e incómodo, me es imposible concebir con facilidad letras que forman palabras que después harán enunciados, para continuar en párrafos, y al final, terminar este vertiginoso proceso con la formación de un texto. Ciclo sólo comparable a la concepción de un ser vivo: células, tejidos, órganos y cuerpo.
. ¿Por qué la sorpresa y la incomodidad? El escribir es dar vida a algo nuevo, parirlo con todo el esfuerzo que puede implicar el término, desde luego éste es un parto diferente, el desgaste se lo lleva mayoritariamente el alma. Pongamos este ejemplo: yo podría tener sexo con una chica cualquiera, la encontré en una fiesta, nos gustamos y sucedió, tuvimos sexo. ¡Ups! Hay un problema, se nos olvidó usar condón. No nos volvemos a ver; bueno para mí, para ella no tanto, ha quedado embarazada.
. No hay que alargar más esto, nueve meses después, ella da a luz un pedacito de cielo, un espermatozoide y un óvulo se encontraron y no pudieron dejar pasar esa mutua atracción instintivamente forzada. En el caso de las letras no es muy distinto, pero el papel del espermatozoide lo ocupan las ideas, millones, al igual que nuestros amiguitos; lo que necesitan éstas es una mente que lleve a buen puerto: la materialización, ¿cómo? mediante un proceso de gestación, que en nuestro caso, tendrá como resultado la concepción de un texto.
. Las dudas me aquejan: ¿las ideas fecundan a la mente? o ¿éstas son producto de la misma? En éste último caso hablaríamos de un proceso previo, donde la mente por consiguiente ya fue preñada, pero ¿por quién? ¿De dónde salen las ideas? Esta pregunta retrasó mucho la escritura de las líneas subsecuentes, y no veo otra opción, seguro la mente es un ser “asexual” que no necesita de nada ni nadie para la creación de ideas.
En todo caso hablamos de un creador, un dios que otorga existencia. Aunque hay que darse cuenta de algo, ese dios se crea a partir de otros dioses, de eso no me surge duda alguna, lo que implica un inacabable proceso previo, ahondar en ello sería infructuoso y desgastante, ya estamos situados donde quería.
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. Después viene otro asunto, como con un hijo, cómo encausar de la mejor forma a esa “ideíta” recién traída al mundo, la cuál cuenta con posibilidades infinitas, en la que se ponen todas las esperanzas y momentáneamente requiere de todos nuestros esfuerzos.
. Todavía goza —la pequeña idea— de la protección que otorga ese infranqueable lugar: nuestra mente; la idea necesita prepararse para así enfrentar con las mejores armas al mundo. De esa difícil tarea, llena de responsabilidades, debe encargarse uno solo. De esto depende si es una gran idea, una interesante idea, una cautivadora idea, una de tantas más o una completa mediocre. Aquí hay mucha, pero mucha responsabilidad porque, a diferencia de los niños, las ideas siempre se conciben por amor o por que se necesitan.
. Cuando se cree llegar a la etapa final de la crianza de la ideas, muchas veces suelen decepcionarnos, lo cual provoca una gran frustración y obliga a preguntarnos ¿en qué fallé? No hay que decaer, porque si uno no tiene fuerzas para reivindicarlas y llevarlas por buen camino ¿entonces quién?
. Después de horas y horas, quizá días en los que hemos otorgado lo mejor de nuestro intelecto e imaginación, nos podemos dar cuenta de lo que hayamos logrado, puede que el orgullo nos invada, pero aun más la felicidad de ver a nuestra pequeña consolidada, plena y con mucho futuro. Si de verdad es todo lo que esperabas de ella, la vida adquiere cierto significado. Este es el sueño de todo padre, no obstante, las cosas casi nunca salen como se planean y la idea siempre te echará en cara: lo que no hiciste por ella, que debiste esforzarte aun más; porque te darás cuenta que ella siempre, siempre dependerá de ti.
. Las ideas hechas textos son pequeñas obras maestras, todas con niveles distintos de profundidad y con atributos diferentes, los cuales reflejan exactamente a la persona encargada de su concepción y “educación”. Este texto va dirigido a todos esos padres ejemplares que mediante, duda, esfuerzo, perseverancia, sufrimiento y lucha, han dado hijos ejemplares, hijos que ofrecen un rumbo distinto a la percepción del mundo, del hombre. Padres que merecen todo el reconocimiento, me refiero a esos grandes escritores que aun sabiendo lo difícil que es ser “padre”, ofrecen al mundo muchas, pero muchas maravillosas ideas.

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