¿Qué es una emergencia?... mmm…. según el diccionario de la Real Academia Española significa situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata, sin embargo, pareciera que en las clínicas de salud pública en México poseen otro rector de su vocabulario, o quizás nunca han escuchado el término ni siquiera en urgencias.
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. Eran las once de la noche, el termómetro indicaba que ardía en fiebre, sus padres recurrían a medicamentos y remedios caseros sin obtener resultado, habían transcurrido ya nueve días, apareciendo casi en cada uno de ellos un malestar diferente, no había otra opción, tenían que ir a la clínica, pero al momento de la decisión se cruzaba otro problema: tenían poco tiempo de que la familia había cambiado su lugar de residencia, ahora la clínica que señalaba el carnet quedaba a no menos de 50 minutos de distancia.
. Eran las once de la noche, el termómetro indicaba que ardía en fiebre, sus padres recurrían a medicamentos y remedios caseros sin obtener resultado, habían transcurrido ya nueve días, apareciendo casi en cada uno de ellos un malestar diferente, no había otra opción, tenían que ir a la clínica, pero al momento de la decisión se cruzaba otro problema: tenían poco tiempo de que la familia había cambiado su lugar de residencia, ahora la clínica que señalaba el carnet quedaba a no menos de 50 minutos de distancia.
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. De ir a la clínica más cercana sabían de antemano que recibirían una negativa segura, con alguno de los muchos argumentos del Manual para deshacerse de la gente en la clínicas de salud pública, autores: asociación de trabajadores del ISSSTE y del IMSS, así que no tuvieron más remedio que mojar una toalla para colocarla en la frente de la enferma y dirigirse lo más pronto posible a la Clínica número 32 del Seguro Social.
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. Afortunadamente no había tráfico, aunque aún así el viaje fue de 45 minutos y una verdadera eternidad para la joven; al llegar, el área de urgencias se encontraba llena, fuera de ella habían cerca de 50 personas entre adultos, jóvenes y niños, unos cubiertos con cobijas, otros con café en la mano, todos ellos sentados en una barda de concreto.
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. Cada que llegaba un nuevo “visitante” todos miraban sin discreción alguna como queriendo hacer un pre-diagnóstico médico, al cruzar la puerta se encontraba la recepción que era atendida por una señorita de unos 35 años y chaleco verde, era todo lo que se podía ver, la fila de unas 15 personas no permitían observar nada más.
. Cada que llegaba un nuevo “visitante” todos miraban sin discreción alguna como queriendo hacer un pre-diagnóstico médico, al cruzar la puerta se encontraba la recepción que era atendida por una señorita de unos 35 años y chaleco verde, era todo lo que se podía ver, la fila de unas 15 personas no permitían observar nada más.
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. Mientras la mamá de la enferma esperaba a que le asignaran consultorio continuaba llegando la gente, en una puerta frente al cubículo de la recepción se escuchaba la voz de otra joven que gritaba “ya no aguanto” y a su vez, al parecer la de una enfermera que le decía “no ganas nada con gritar, coopera por favor” con tono poco amable.
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. Por fin la madre llegó frente a la recepcionista, ésta le preguntó sobre quién era la enferma, solicitó el carnet y su firma, después indicó que primero había que pasar con un enfermero para que tomara los signos vitales y de ahí, esperar a que las llamaran en el consultorio número cuatro.
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. El joven enfermero tomó los signos vitales, la presión arterial era normal pero el termómetro marco 39.5 grados, le dieron una hoja con el registro de lo examinado y pasó a la sala de espera, estaba llena, sólo se distinguían 4 o 5 sillas de entre las 60 que habían. La madre y la hija se sentaron en dos asientos que se encontraban juntos, el padre esperaba en el carro porque el policía de la entrada dijo (de muy mala manera) que sólo podía pasar el enfermo y un familiar.
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. Comenzaron a pasar no sólo los minutos, sino las horas. La enferma empeoraba, ahora se presentaba un nuevo dolor en la parte abdominal, la temperatura no bajaba y eran ya las dos de la mañana, por lo que su mamá se tuvo que acercar con el enfermero para pedirle “algo” para controlar la temperatura, obteniendo como respuesta un “no tengo autorización”.
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. El tiempo seguía su curso, de seis consultorios sólo tres tenían la luz encendida, en promedio pasaba un paciente cada media hora, más gente seguía llegando, se escuchaban las pláticas de personas que ya habían hecho migas en todo el tiempo que llevaban esperando, se distinguían algunos “no es posible”, acompañados de muchas más caras de desesperación.
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. Los que no conversaban, dormían o miraban a su alrededor, había gente que no mostraba algún signo de enfermedad, sin embargo, necesariamente por algo estaban ahí; había alrededor de cinco personas con radiografías en mano, sólo a uno se le distinguía un hueso del brazo roto y aún así aguardaba paciente.
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. Entre lo más aparatoso, sobresalía una señora en silla de ruedas que cargaba tres bolsas de orina, al parecer soportaba una diálisis y un orificio infectado, algunos niños lloraban desconsolados y una joven vomitaba sin parar.
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. La paciente con fiebre no llamaba la atención, de vez en cuando dejaba rodar unas lágrimas por su rostro pero era prácticamente imposible notarlo, se cubría el rostro con su chamarra blanca, no sólo por los escalofríos que sentía, sino también por el desagradable olor del sanitario de mujeres que se encontraba a unos cuantos pasos.
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. Dieron las cuatro de la mañana y por fin escuchó su apellido desde el consultorio cuatro, entró sostenida por su madre y tomaron asiento. La doctora, de unos 60 años jamás volteó a mirarlas, se limitó a preguntar los síntomas y algunos datos extras como enfermedades antes padecidas, escribió en su máquina vieja y bostezó un par de veces.
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. Luego pidió a la paciente que se recostara en la camilla cubierta no por la usual sábana blanca, sino por un pedazo de papel de estraza, la revisión duró apenas dos minutos, el diagnóstico parecía “pan comido” para la doctora, que se limitó a decir: “es gastritis, tómate una ranitidina”; la madre, evidentemente inconforme pregunto: “¿y la fiebre que no se le baja?”, a lo que la encargada del consultorio cuatro respondió: “tápate bien y en cuanto llegues a tu casa te das una friega de alcohol”.
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. Al darse cuenta de que no había más que hacer, la enferma y su madre salieron muy molestas, llamaron a papá que ya se encontraba durmiendo en el auto y fueron de regreso a su casa. Afortunadamente la temperatura disminuyó un poco, al menos lo suficiente para dar tiempo a que un doctor particular la pudiera atender al otro día, médico que de antemano supo que no se trataba de una gastritis y el cual requirió de inmediato una serie de arduos análisis para terminar por confirmar sus sospechas: se trataba de una bacteria que a consecuencia del nivel actual de contaminación en la Ciudad de México se ha vuelto común, sin embargo, el diagnóstico resulta complicado ya que ocasiona síntomas fácilmente confundibles con los de otras enfermedades.
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. El diagnóstico: “La bacteria, dijo, es bastante rebelde y requerirá de un arduo tratamiento: doce inyecciones y el consumo de vitaminas y suplementos alimenticios por un año debido a que la bacteria deterioró considerablemente las defensas de la paciente, además de antibióticos para controlar los dolores que -aseguró- disminuirán a más tardar en tres días; después de eso, se tendrá que someter a una serie de cinco vacunas para crear una barrera contra este tipo de bacterias”.
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. Al final, todo quedó en una muy mala noche y en un gasto aproximado de 3500 pesos entre medicamentos y consultas, los cuales fueron costeados por los padres con la convicción de que ya había un diagnostico y que la mejoría de su hija se estaba viendo reflejada en menos de lo esperado.
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. La ineficiencia y mal servicio del servicio público de salud no tuvo consecuencia irremediables en este caso, pero… ¿qué pasará con la gente que después de un servicio similar no cuenta con la posibilidad siquiera de visitar un médico particular y mucho menos para costear tratamientos como este o incluso, más costosos?...
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. La promesa en la mejora de los servicios de salud pública está presente sobre todo cuando se avecinan elecciones, por tanto pronto volveremos a escuchar sobre ello.
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. Obviamente… basado en una historia real, ¿que suena muy feo para ser verdad?... ¡vamos! ¡estamos en México!, y déjenme decirles… se pueden escuchar cosas todavía peores.
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