En una tarde dominical que es para muchos feliz y para otros tantos depresiva, en el Centro Histórico de la ciudad capital, la calle de Perú comienza a nutrirse de gente alrededor de las cuatro de la tarde. Contrasta con otras calles aledañas en cuyo pavimento sólo transita algún despistado peatón y uno que otro coche.
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. Pero ¿qué hay allí que atrae a tanta gente, quienes parecen abejas en panal? Al ubicarse frente al número 77, se tiene la respuesta; una construcción que es colosal y nostálgica al mismo tiempo: la majestuosa Arena Coliseo.
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. Pese a la cantidad de maquillaje que tiene, “doña Coli” no puede ocultar aquellas arrugas (grietas) que se forman en su pared exterior, aunque es de reconocerse lo bien conservada que está casi en su séptima década de vida. Algunos carteles anunciando a los gladiadores de moda sirven para que su fachada se haga más atractiva.
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. Personas que “religiosamente” acuden a los tradicionales, pero cada vez más en desuso “Domingos de Coliseo” muestran en su cara una mezcla de alegría y tristeza.
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. Alrededor manteados de colores hacen aún más atractiva esa zona de la calle cuyo nombre refiere al país sudamericano donde otrora habitaban los Incas. Máscaras multicolores, sonidos estruendosos promoviendo la canción que usa tal o cual luchador en su ingreso al cuadrilátero. Las tradicionales, aunque no tan sabrosas pepitas envueltas en el programa de la función. Los revendedores corpulentos que se paran justo enfrente de las taquillas y las obstruyen casi en su totalidad, haciendo difícil su ubicación para los más neófitos de los asistentes. Todo ello produce emociones encontradas en aquellas personas que se dan cita al lugar.
. Ya adentro, esas emociones encontradas se mantienen. Los espectadores ingresan con cuidado, como si guardaran cierto respeto por aquel recinto, incluso más del que pudieran guardar en una iglesia.
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. Se cuida mutuamente la integridad; parece haber un acuerdo no expreso: si ellos no le hacen daño a la Arena, ella tampoco les hará alguno.
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. El olor a viejo que se percibe de por sí en el centro capitalino, en el interior de la Coliseo se intensifica. Poco a poco se va combinando con otros aromas: tortas, palomitas y demás alimentos que se venden en el interior, con el de personas que llegan perfumadas a ocupar su lugar y el de aquellos que no tuvieron tiempo o ganas de pasar por la regadera.
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. Se escucha una música que hace retumbar aquel lugar, mientras un hombre trajeado con un micrófono sube a ese ring, que es el centro de atracción para todas las miradas en los tres niveles de construcción de ese edificio (general, balcón y gradas) e incluso para aquel en el que ya no hay público, pero donde en las épocas de mayor apogeo lo hubo: gayola.
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. El hombre trajeado anuncia el primer encuentro; todo está listo para que los luchadores hagan lo suyo y pongan a vibrar a los asistentes. Por el pasillo principal los gladiadores van apareciendo poco a poco.
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. Cuando la función termina, todos quieren salir, aquel bullicio va desapareciendo lentamente, al ritmo que los aficionados van saliendo y los puestos de manteados multicolores se vuelven a reactivar.
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. De repente la gente desaparece, sólo puede verse a los vendedores de los puestos recogiendo sus mercancías y a los trabajadores de una televisora levantando el equipo que usaron para transmitir la función.
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. La Arena Coliseo se encuentra nostálgica, pues ahora los aficionados prefieren a su hermana menor (la Arena México), que, paradójicamente, es más joven en edad, pero mayor en tamaño. Atrás quedó cuando ella era la reina y alojaba en su interior dos funciones de lucha libre por semana (martes y domingos), pero ahora sólo la visitan una vez e incluso hay semanas que la dejan “plantada”, pues visitan precisamente a su hermana hasta en tres ocasiones semanales (martes, viernes y domingos).
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. Uno de los deseos más intensos de “doña Coli” es no correr con la misma suerte que tuvo su primo hermano, aquel imponente coso de Naucalpan: El Toreo de Cuatro Caminos, que hace un par de años se fue (lo fueron) para nunca más volver.
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. Tendrá que pasar una semana más en el olvido, añorando que llegue otro domingo (y que su hermana no sea favorecida), para volverse a sentir importante una vez más.
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. *** Este mes se cumplen 67 años de la inauguración de la Arena Coliseo. Este texto es una de mis formas de rendirle homenaje.
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. Vayan a la Coliseo y recuerden que: la lucha libre se ve mejor Desde la Tercera Cuerda.
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