miércoles, 2 de junio de 2010

Página en blanco (II)

Al destino se llega a través de una carrera que no termina con la muerte. Morir no significa haberlo cumplido, ni vivir quiere decir que lo estemos trabajando. Algunos corren, otros más caminan y algunos flotamos hacia él, de todas formas sabemos que siempre espera paciente, porque qué sería del mundo si las metas y los viajeros fueran de igual carácter, si ambos desesperaran..

. Añoro la niñez que desconocía el futuro, que se burlaba de él a través de ensueños que no se afanaban por ser cumplidos. Me lamento del momento en que comencé a ser consciente de metas por alcanzar, cuando supe que se sueña para cumplir y se duerme para descansar. Pero como siempre, los hechos fatídicos hacen emerger Aves Fénix, y así, a pesar de la responsabilidad frente a una realidad que solamente conoce de fines y destinos, siempre habrá una pequeña rendija hacia un mundo onírico que no pretende ser materializado, por siempre abrazaré los resquicios de las fantasías que nunca dejarán de serlo.
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. Pienso en Jeremías, el profeta bíblico al que de golpe le fue revelado su destino por Dios. En el primer capítulo de su libro se encuentra tal declaración divina: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta las naciones… Porque yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes y el pueblo de la tierra. Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo dice Jehová, para librarte”.
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. ¿Cuáles serían los efectos en mi vida si de igual forma conociera el fundamento de mi destino en un momento? Esperaría que tal revelación no fueran normas o instrucciones estrictas por cumplir, sino que se tratar de certezas que sustenten mis futuras decisiones, como en el caso del citado Jeremías. En otros escritos me he pronunciado a favor de una fe activa, que trascienda al fanatismo metafísico para trasladarse al terreno de lo práctico. Así lo es en este caso, pues la experiencia diaria conviene en que mis convicciones e ideales, no religiosos, sino de confianza en Dios, también abarcan en mi vida las metas por alcanzar y los caminos que hay que transitar hacia ellas.
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. Sin pretender convertir este ensayo en un tratado teológico, de igual manera me hacen ilusión palabras como las escritas por Pablo a los Efesios: “Bendito sea Dios que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo… en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesús, según el puro afecto de su voluntad”.
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. Con esto emergen dos ideas en las que vale la pena detenernos: el destino y el predestino. Éste último es el primer paso, es una línea tenue trazada como sugerencia, en la que nosotros no tenemos ninguna injerencia. Sin embargo no es una fuerza, mucho menos una obligación. Necesita del destino, como decisiones propias, para cumplirse. Ambos aspectos se mezclan y desdibujan sus fronteras conforme nos hacemos conscientes de ello.
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. Me aturdo y siento reventar mi mente si me sigo preguntando qué aspectos de mi vida son predestino y cuáles destino. Casi llego al final de este escrito y me siento retado a seguir reflexionando sobre el futuro, el pasado y el presente. Las líneas fueron escritas, pero sobre todo, borradas. Muchas veces situé el cursor sobre párrafos enteros y permití que la tecla con la flecha hacia atrás se los comiera. No por arrepentimiento, sino porque las ideas fluían, muchas veces contrapuestas, hasta que unas se impusieron sobre otras. Si juntara todo lo eliminado resultaría un collage de ideas que tal vez no sean propias, que consideré en un intento por adelantarme a los pensamientos y contraargumentos de mis lectores.

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