No sé qué me pasa ahora. Empieza a hacer frío. Brotan los altares por todas partes. Se acerca el día de muertos. Huele a copal, se iluminan las velas, y yo sólo pienso en ti. En ustedes.
.
. Qué increíble que ya no volveré a probar tu dulce de mango. Ni el manjar que hacías con harina de arroz. Ya no me darás abrazos ni detalles en mi cumpleaños. No podré volver a besar tu frente.
.
. Han de ser los muertos, abuela. Yo siempre les tuve respeto, pero desde que ya no estás, les tengo también cariño.
.
. Me acuerdo que en estas fechas, en tu casa preparábamos tamales. De masa colada, de chipilín y frijol. Me acuerdo del murmullo de los rezos. Ahora, abuela, nos toca rezarte a ti.
. Me acuerdo que en estas fechas, en tu casa preparábamos tamales. De masa colada, de chipilín y frijol. Me acuerdo del murmullo de los rezos. Ahora, abuela, nos toca rezarte a ti.
.
. Señor: Bendice a mis muertos, pues en mi sangre corre todavía su sombra. Amén.
.
. Camino por las calles de esta ciudad, que todavía me es ajena. Camino y me acuerdo de ti al ver los alegres colores del papel maché. Calavera, una calavera has de ser. Y qué. Estas lágrimas son porque así te quiero.
.
. Aunque estés tres metros bajo tierra, me acuerdo de ti en la cocina. Veo claramente tus pies cansados, recuerdo las muchas veces que trataste de enseñarme a hacer arroz rojo. Todavía no me sale ni el blanco, pero sigo practicando.
.
. Casi te escucho meciéndote en la hamaca, al atardecer. Extraño dormir contigo, sentir en el cuarto tu respiración. Eso siempre me tranquilizaba.
.
. Abuela, te extraño mucho. Sólo te pido que por favor me cumplas tu promesa: Ahora que estás muerta, no vengas a jalarme los pies.
.
. Doña, doñita. Así te decíamos de cariño, ¿te acuerdas? Claro que sí. Debes soñar con el jardín de tu casa allá abajo, dormidita en la tierra.
.
. En esta noche de muertos hace frío, y estoy lejos del pantano en que crecí. Quisiera estar contigo y cenar pan con chocolate. Quisiera verte en bata antes de ir a dormir.
.
. Cuando pienso en ti me entristezco, porque ya no estás. Pero luego me alegro, porque sé que fuiste feliz. En esa casa, cerca del río, con mi abuelito siempre a tu lado.
.
. Mis viejitos adorables. Todavía me acuerdo del besito que se dieron la última navidad que estuvimos todos juntos.
.
. A veces siento que he perdido definitivamente mi infancia. Que todo lo que había en ella desaparece. Pero no. A diferencia de ustedes, el cariño que les tengo no morirá. Yo no puedo dejar de quererlos; los voy a amar siempre.
.
. Mamá Chonita, Papá Pepe. Perdónenme si lloro a veces, pero es que los quiero tanto…
.
. Yo no sé que será de mí. Me fui un poco lejos a perseguir un sueño. Ahí voy, poquito a poco me acerco. Pero a veces extraño el calor de mis tierras. Trataré de ser valiente, aunque lo chillona no se me quite nunca.
.
. Mamá Chonita, Papá Pepe. Les prometo que trataré de ser feliz. Ayúdenme desde el cielo a alcanzar una felicidad tan tranquila y simple como la de ustedes.
.
. Yo no sé en qué consista el luto. Sólo sé que de alguna manera continúo haciendo la vida, todos los días, y que cuando me acuerdo de ustedes unas veces lloro, pero otras también sonrío.
.
. Todos ponen altares, y yo en mi cuarto sólo pude prender una vela, para que vean que sí me acuerdo. Rendir tributo a los muertos. Honrarlos. Lo único que sé hacer bien es escribir. Y lo que quiero ofrecerles son estas líneas, que me salieron pensando en ustedes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario