lunes, 15 de noviembre de 2010

¿La corrida de toros y ya?

¿Llegar a las cuatro y media de la tarde y sentarse a ver la corrida? No ¿Ovacionar al individuo que arriesga su vida frente a una bestia que pesa diez veces lo que él? Tampoco ¿Comprar un boleto de elevado precio para dos horas de espectáculo? ¡Patrañas! La fiesta de los toros es eso y más.
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. Cualquier mortal alejado de las corridas de toros pensaría que única y exclusivamente se va a ver un show en el que interactúan toros y toreros. Déjenme decirles, señores, que esto no es así.
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. A propósito del inicio de la Temporada grande 2010-2011, en la Monumental Plaza de Toros México, en el Distrito Federal, les contaré, lectores, de qué trata asistir a una corrida de toros desde el punto de vista del aficionado.
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. La corrida, sí, comienza a las cuatro y media de la tarde, sin embargo, primero se lleva a cabo el “sorteo”. ¿Qué es eso? Se trata de la rifa de los toros, que llegaron previamente de una ganadería (cualquiera con la que el empresario de la plaza haya pactado el encierro).
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. El sorteo se realiza en los corrales, es decir, donde tienen guardados a los toros antes de salir al ruedo. Es toda una experiencia. Los espectadores deben llegar a las 11 y media de la mañana a la plaza, si es que quieren alcanzar un buen lugar.
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. Al cinco para las 12 abren las puertas del recinto para que los asistentes echen a correr hacia los corrales y hacer una nueva fila. Como las reces se ven desde que uno llega a los chiqueros, de inmediato se escuchan las impresiones acerca de los bureles: si tienen buen tamaño, si están bonitos, qué se yo.
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. La “gente del toro”, como se le dice a los allegados a la fiesta brava, lleva en la mano libritos, sacados de quién sabe dónde, que albergan los datos de la ganadería en turno y los toros que verán acción cuando el patio de cuadrillas se abra. En los cuadernillos hacen anotaciones sobre las características de los encornados para darse una idea de lo que verán en unas horas.
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. Desde arriba, donde se coloca la afición taurina, se observa cómo los toros son llevados de un corral a otro de modo tal que queden ordenados.
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. Una vez que el sorteo termina, la gente sale de los chiqueros y camina hacia la capilla de la plaza o hacia el ruedo, según sea el caso, para escuchar la tradicional misa que se oficia para pedirle al todopoderoso por el éxito de la corrida y la salud de los matadores.
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. Luego del acto católico una pequeña estancia dentro del recinto, mientras el personal del mismo te invita a desalojar. Chanelar (equivalente a hablar en el lenguaje taurino) de toros es lo único que importa.
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. Luego del ajetreo matutino las tripas contraen comunicación con el cerebro, así que hay que echar un ojo por los alrededores porque puestos de comida abundan: birria, tacos de guisado, de bistec, de cecina, quesadillas, frijoles y caldo de cola, para todos los gustos.
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. Una comidita y ¿por qué no? Unos buenos alcoholes. Llenar la bota tres “z” o de plano en una anforita con el vino de preferencia es muy usual entre los aficionados.
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. Conforme el reloj avanza la gente se va multiplicando. Llega de Insurgentes, de Holbein, del Eje 6 y de todas las calles aledañas. Todos con el propósito y la esperanza de ver una buena corrida. Los olores son diversos, aceite de quemado de los puestos de comida, humo de tabaco, un manjar perfumes, olor a caño de las coladeras, a humo de automóvil y más.
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. Eso sí, a todas horas los revendedores pasan susurrando “¿Le sobran boletos? ¿Le sobran o le faltan? ¿Quiere boletos? Tengo numerados eh”.
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. Como a las cuatro o pasaditas ya hay que entrar a la plaza. Si los boletos son de zona general, desde antes, porque se sienta más cerca el que llegó primero. Si los boletos, por el contrario, son numerados, no importa la hora de ingreso, los lugares estarán ahí esperando.
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. En punto, como de costumbre en la fiesta de los toros, suenan parches y clarines provenientes de la orquesta de la plaza y el primer ¡Ole! Retumba en al coso de Insurgentes.
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. Espectadores impacientes por ver ya al primero de la tarde, por lo que esperaron desde el día en que se enteraron de la primera corrida de la temporada grande 2010-2011. Desde que se formaron a las siete de la mañana para alcanzar boletos.
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. Cuando empieza la corrida con el paseíllo, nervios y emociones encontradas se respiran en el ruedo y en las gradas. La incertidumbre de si los toreros saldrán por su propio pie es muy grande.
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. El respetable observa, come botanas como cacahuates, charritos, papas, tacos de canasta, tortas, café capuchino o algún refresco o cerveza para acompañar.
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. Con esto del horario de verano oscurece más temprano, por lo que la iluminación de la plaza aparece y, con ella, los brillos de los majestuosos trajes de luces de los matadores, casi siempre cosidos a mano, toda una artesanía.
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. El público conocedor está siempre a la expectativa para juzgar las suertes del toreo y, por supuesto, a los toros: si son chicos, si tienen buen tamaño, la cornamenta, etcétera. Esta ocasión, el descontento se hizo notar porque los toros de la ganadería de San José no eran bravos y, además, tenían el tamaño casi de igual a un novillo.
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. Dadas las características de los bureles, los toreros no pudieron expresarse al máximo, ante ello, dos de los matadores decidieron dar un toro más de regalo, esto, claro, con el permiso del juez de plaza. Así que si pensaban que la corrida terminaría después de ver seis toros, estaban equivocados. Un animal fue regresado por donde salió porque, según el público, no cumplía con las características necesarias, y a esto hay que sumarle los dos toros de regalo. Nueve en total.
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. Al final, si se puede, el público se salta al ruedo para sacar en hombros hasta la calle al matador o matadores triunfadores. El grito de torero, torero, hace eco en el recinto al tiempo que los matadores son entrevistados, felicitados y aclamados por sus seguidores.
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. Ya terminó la corrida ¿y ahora? De nueva cuenta la panza llama al cerebro y es hora de cenar. ¿Tacos, tortas, caldo? Lo que sea es bueno mientras se discuta lo ocurrido en la corrida. Si fue buena, si no, qué le faltó, qué estuvo de más, qué hubiera gustado ver, qué sé yo.
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. Es hora de regresar a casa, pero no es posible sin comprar recuerditos, mismos que van desde una calcomanía, pasando por películas de las grandes corridas, peluches de toritos, banderillas de juguete, boinas y sombreros, hasta cabezas de toros disecadas o viejos carteles de antiguas pero memorables corridas.
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. Dirían por ahí “aquí se rompió una taza y cada quien para su casa”. Así es, carro, taxi, microbús o Metrobús son las opciones para el regreso. Cada cual toma su camino, mira con nostalgia a la Plaza México y susurra “nos vemos el próximo domingo”.

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