martes, 13 de octubre de 2009

En esa cola no me formo


Existe un requisito indispensable para cualquier servicio o necesidad, trámite público o privado. No es la dirección, ni el recibo del teléfono o la luz, no es el acta de nacimiento, el RFC ni la credencial del IFE, no es la cartilla del servicio militar, la huella digital ni el CURP. Más que requerimiento es forma de organización milenaria: la fila.
. En México hacer “cola” nada tiene que ver con pasarte horas en el gimnasio cultivando un cuerpo como el de Jennifer López, implica desperdiciar valiosos minutos de vida esperando turno tras turno la oportunidad de hacer lo que se necesita o desea.
. En su definición más simple, la fila es un acuerdo entre dos o más personas por medio del cual se acepta respetar la posición del individuo delante de ellos, siempre y cuando las personas que estén después respeten de la misma forma el lugar del que va adelante. Lo anterior en términos formales, pero en su definición más común la fila es sinónimo de fastidio, aberración, y monstruosidad.
. El gobierno mexicano, vasto en su ineficiencia, es creador de las filas más fastidiosas e interminables. En pos de agilizar los servicios, la primera fila en aparecer es la de la ventanilla de información, donde se detallan todos y cada uno de los pasos a seguir para llevar a buen fin un trámite. Después habrá de dirigirse a la fila de las copias, pues por precavido que usted sea siempre se necesita una fotostática más de algún documento.
. Con papeles en mano, ahora sí, está listo para iniciar su trámite en la ventanilla ¿y quién cree que lo está esperando? En efecto, otra fila. Y así podrá pasar horas y horas, incluso días consiguiendo sellos, firmas, autorizaciones, formularios y demás porquerías. Escritorio tras escritorio y burócrata tras burócrata hasta conseguir lo solicitado.
. A la espera en la fila, molesta de por sí, se le unen personajes insoportables que aumentan el martirio. Encontramos dentro de esta categoría a la señora con su bebé llorón (el cual saca al infanticida que todos llevamos dentro), a quien a falta de psicólogo desahoga sus traumas contigo, al servidor público que llega tarde y se va temprano y al mismo servidor público descortés y grosero. A mis cortos veinte años de edad he pasado muchas veces por ese viacrucis, lo cual me hace pensar seriamente que quizá exista un manual de desplantes, frases cortantes, monosílabos e indiferencia, indispensable para el buen burócrata.
. En un ambiente tan hostil como las malditas filas, la teoría de Darwin nos enseña que para sobrevivir hay que adaptarse, tan natural como la evolución, surge la solución al tedio: la corrupción. Para muchos es preferible dar la clásica mordida y manchar su conciencia, que perder la cordura y la paciencia en filas sin fin. Los revendedores, aparta lugares, cajoneros y demás alimañas surgen de esta adaptación, las ineficiencias del sistema los han creado.
. Hay también dentro del aparato gubernamental grandes pensadores y estrategas que dándose cuenta del problema representado por las filas decidieron acabar con ellas. La respuesta fue la asignación de turnos, las fichas. Pero no tuvieron en cuenta, estas mentes privilegiadas, que las filas se formarían ahora por alcanzar un turno.
. Las filas como sistema de organización dudo algún día terminen, no obstante, deberían implementarse mecanismos como el internet para agilizar los trámites y hacer más corta la espera. La solución en la mayoría de las ocasiones no está en contratar más servidores, sino en que los servidores que están cumplan correctamente con sus funciones y sean eficientes.
. ¡Señores burócratas, desde esta Burda Seriedad, se les recuerda que somos nosotros quienes pagamos sus sueldos! ¡Pónganse a chambear!

No hay comentarios:

Publicar un comentario