Lo encontré por equivocación, una deliciosa equivocación. Andaba en la anhelada búsqueda que me había dispuesto a ejecutar ya hacía tiempo. Necesitaba nuevo material para mi pequeña biblioteca personal. Buscaba algo de antaño, básico, fundamental en el inicio de todo apasionado de la literatura; andaba en busca de un hombre cuyas hazañas, conocimientos y grandeza, distinguían de entre toda la humanidad, buscaba a Fausto.
. Tuve largos recorridos en las librerías, requería una edición digna para el esplendor de Fausto, pero siempre me hallaba con una constante que entorpecía mi objetivo: el costo; las ediciones “dignas” son muy caras para mí, es una lujosa necesidad que no pude permitirme… compré el de la editorial Porrúa. Las carencias fueron compensadas.
. Ávido de lo que me pudiese ofrecer ese ensueño enmarcado por el descubrimiento de un nuevo autor, indagué en la red. Era Goethe, descubierto, redescubierto, analizado una y otra vez; siempre ofreciendo posibilidades infinitas. Comencé por impregnarme de las letras en torno a él, filósofo, literato, poeta, científico, político, maestro… una de las mentes más lúcidas de todos los tiempos; la lectura de Fausto llegó poco tiempo después.
. Terminado el libro y renovado el espíritu, intenté ignorar la obra que compartía esta edición. Al principio supuse un gran error poner a Las cuitas del joven… ¿Werther? junto a Fausto, pero quizá significara algo. La ligera investigación en torno a Goethe dio frutos, descubrí el papel de Werther no sólo en la literatura, también en los corazones de muchos, incluyendo a uno de los de seres más emblemáticos de la humanidad, de fama perpetua y alfarero de la historia: Napoleón Bonaparte. Werther, “su Werther” —como él lo llamaba—, acompaño a Napoleón en un sinfín de las batallas; hacia más ligeros los pesares del alma producto de la guerra.
. De haber leído el prólogo hubiera sabido con anticipación todo esto, pero… ¿quién lee los prólogos? Werther ya no me pudo pasar inadvertido, ya no era posible, después de todo ¡era Werther! De entrada la rutina de lectura se vio sorprendida con su novedoso método de narración, cartas, una tras otra, cada una procurando el devenir de la otra.
. Sólo Faulkner me había cautivado de ese modo. No pude resistir más, me dejé seducir por cada metáfora, cada idea y cada pensamiento de un Werther dotado de la mayor sensibilidad del mundo, un ser que tomaba como fuente de inspiración al sentimiento en lugar de la razón; la corriente alemana del Sturm und Drang, terminó por adquirir su forma gracias a él.
. Las cuitas de Werther tuvo su origen, como tantas poesías del autor, en un asunto amoroso. No es más que el reflejo poético de su idilio con Lota, amor imposible e inmortalizado mediante la obra. Lota, mujer madura, pero de inteligencia y belleza equilibradas en su esplendor; el problema más grande… su compromiso matrimonial. Reflejo exacto de la perspectiva del alma joven de Goethe, así es el personaje de Werther, gustoso de los goces al aire libre y de un tomo de Homero. Calca exacta es la Carlota de Werther a la Lota de Goethe.
. Durante la lectura, difícil será no ser persuadido prematuramente de la muerte del protagonista, vista a veces como una tremenda exageración. Carlota comprometida con un joven exitoso llamado Alberto; Werther huyendo de la mezquindad y tristeza, que para él, emanaba la ciudad, refugiándose en el campo, embelesado por lo que le ofrecía el lugar y, con los sentidos embriagados y perdidos en Carlota. El suicidio sigue sin justificarse en estas líneas descriptivas, es mejor leer las cartas que expresan el sentir de Werther, que no deja de ser precisamente el de Goethe. De la mano, de la destreza de estos, que son uno mismo, la muerte a falta de amor, termina por estar más que justificada.
. Me logré comprender un poco más. El ardor, furor y vigor con el que se ama en la juventud; todo plasmado en los trazos impregnados de un sentimiento que sólo goza y sufre el hombre, nuestro más cruel y dichoso destino… el amar. Resumir más el relato ofendería a la obra, es un deleite ser sorprendido por la lectura, y vivir en su día a día, los procesos del amor, de los que Werther, tu y yo somos víctimas.
. La obra que confirió a Goethe la fama y reputación que tiempo después repudiaría. Werther es sin duda básico entre los básicos, la prosapia literaria de los hombres afirma: “no es la mejor obra que Goethe dio al mundo”, no obstante, los juicios de otros casi siempre son infructuosos para generar una opinión propia; leerlo y dejar que el texto juegue con las connotaciones infinitas que permite nuestra propia realidad, esa es la solución.
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