domingo, 1 de noviembre de 2009

La progresiva destrucción del periodismo

Uno de esos días en que la lluvia hace más difícil llegar a nuestro destino me quedé atrapada en el metro, justo en la estación de Coyoacán de la línea 3; eran las cuatro de la tarde y según mi calendario, en este momento yo debía estar en mi clase de géneros periodísticos, así que no quedó de otra más que tomar un taxi. Después de varios intentos y dos que tres mojaditas por parte de los cuidadosos conductores de pesero, un vochito me hizo la parada. El taxista era bastante amable y platicador, pero sobre todo, rápido al volante. A ese ritmo llegaría a la universidad tan sólo quince minutos tarde, sin embargo un muerto se tropezó en mi camino.
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. En avenida Universidad, a la altura del Walt-Mart de Copilco, se produjo un accidente automovilístico que cobró la vida de una joven estudiante de odontología y mantuvo las vialidades aledañas en completo caos; no obstante, la verdadera sorpresa me la llevé, no al ver el coche destrozado y a la fémina dentro sino, con el “ahorita vengo” de mi chofer alquilado. Sí, el individuo del vocho bajó del vehículo y con celular en mano grabó lo ocurrido, dándose el tiempo suficiente para capturar las respectivas fotos; de regreso a su asiento, pidió mis disculpas, con un: “usted comprende ¿no?, aún no han llegado los medios y esto al ratito se lo mando a Loret de Mola”. Sin palabras. La destrucción del periodismo ha comenzado.
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. Después de vivir una anécdota como ésa, me sentí un tanto absurda al llegar a mi facultad, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, FCPyS, a tomar clases de periodismo. ¿Para qué entrar y gastar días y desvelos en una carrera rebasada por los instrumentos multimedia? ¿Por qué hacerlo cuando hemos sido inundados por una oleada de reporteros ciudadanos? ¿De nada vale el trabajo de investigación del periodista? ¿No sirve de nada salir a patear la calle? ¿Mejor nos dedicamos a otra cosa? ¿Qué hacer?
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. Todavía me es complicado dar una respuesta concreta a dichos cuestionamientos; no obstante, múltiples ideas dispersas me han dando vueltas en la cabeza y quizás algunas, puedan ser de utilidad. En primer lugar, no quiero parecer soberbia y decir categóricamente que ellos, esos informadores de móvil no estarán nunca a nuestra altura, al nivel de un comunicólogo o un periodista profesional; más bien tengo muy presente una conversación con el decano Antonio Delhumeau, fundador de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la UNAM, quien nos describía como sujetos con una formación adaptativa, capaces de amoldarlos a lo que venga, al conversor de medios más novedosos, a los de canales de transmisión del futuro.
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. Es decir, no se trata de una competencia entre el estudiado y el que no lo es; la cuestión es entender al periodismo como un proceso de reconstrucción, en el cual el ciudadano es nuestro testigo primigenio, nuestra fuente inagotable de datos y pistas en la cacería de la nota y el reportaje; de vivencias en la entrevista de semblanza u opinión, de una carga de humanidad a la frivolidad de los datos. Ellos son también los ojos y oídos, extensiones de nuestros limitados órganos, colocados a distancia, disponibles en el instante preciso. Si no existieran, seguramente hubiésemos perdido mucho, más de lo que llevamos acumulado.
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. Decidir dedicarse al mejor oficio del mundo, como denomina García Márquez al periodismo, es un asunto de vocación y entrega, de leer las cien cuartillas necesarias para redactar una, de rascar la mierda escondida por otros, de meternos donde no nos llaman, de empaparse de la gente, de pelear contra las injusticias desde nuestra propia trinchera labrada a mano. Cubrir un evento no hace al periodista, tampoco una foto o un registro fugaz, se necesita mucho, mucho más. Ser buenas personas para ser buenos periodistas, ése es el comienzo, el primer paso de un andar sin descanso; como alguna vez mencionó el periodista David Casco Sosa: de no colgar el chalequito de reportero y deslindarte de tu labor; de convertir la profesión en un estilo de vida, una forma de ser.
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. ¿Se ha destruido entonces al periodismo? Lo dudo, está más vigente que nunca; es verdad que requiere inteligencia y astucia para compaginar con las formas de trabajo alternativas, para el uso de las tecnologías en constante renovación y las demandas del mundo global; condiciones que no pueden detenernos, ni hacernos sentir liquidados, más bien, debemos encararlas como un reto, una afrenta personal capaz de extraer lo mejor de nosotros; una prueba extra para aflorar el talento y la pasión por el periodismo, nuestra razón de ser, nuestro motivo para leer o escribir este artículo divagante.

4 comentarios:

  1. Así se escribe! Eso es amor a la carrera. Buen artículo, aunque tardas en captar la atención al inicio, el título lo salva. Me gustó tu recurso de citar autores. Saludos.

    Nathalie.

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  2. Creo que la importancia de nuestro trabajo es analizar y reflexionar en torno a la actividad periodística: un periodista formado en nuestra universidad no es sólo el que sale a "cazar" noticias, es un profesional formado para pensar críticamente la actividad. Me parece que eso nos puede diferenciar al que sólo "sabe" apretar un botón...
    Saludos, Marco A. Cervantes

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  3. No sé si reprobar lo que hizo el taxista. Después de todo nosotros también aprovechamos las nuevas tecnologías para hacer periodismo sin tener un título universitario, con sólo media carrera hecha. Claro que hay una diferencia entre la recopilación de imágenes y el trabajo crítico de información, pero ambas son parte del periodismo. Ahí están las agencias de información que mandan grabaciones a todo el mundo para que los periodistas hagan de ellas lo que más les parezca.

    Buen artículo, saludos.

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  4. Y PARA QUE CRITICAS AL TAXISTA POR BAJARTE LA CHAMBA, SI CUANDO TU SALGAS DE LA UNIVERSIDAD Y NO ENCUENTRES TRABAJO, VAS A SER TU QUIEN LE BAJE LA CHAMBA A ÉL

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