Amante radiofónico

¿El radio o la radio? El primero, de muchos tipos: de baterías, eléctricos, portátiles, etc. Como la segunda, no hay dos, es sin duda, el medio más alcanzable, el más barato, el que habita en la mayoría de los hogares mexicanos.

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. Desde su invención, hace ya algún tiempo, el radio, que contiene a la radio, era el pretexto para reunir a las familias, en ese entonces, con gran número de integrantes. Programas como El monje loco, eran dignos de escuchar al lado de tus seres queridos mientras merendabas los “pedacitos” (como llamaban al pan que sobraba en las panaderías) acompañados de un delicioso café negro hirviendo y con dos de azúcar.

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. La radio te obliga a imaginar. Si son noticias, visualizas el crimen cometido; si es cultura, te traduce al interior de la Sala Netzahualcóyotl; si habla de los astros, miras arriba y dibujas constelaciones; si son deportes, tú eres al árbitro; si son espectáculos, te convierte en paparazzi. En pocas palabras hay de todo como en botica: de chile, de mole y de dulce para que hasta los más exigentes las escuchen.

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. La radio no discrimina, no se fija si eres negro, albino, homosexual, alto, bajo, flaco, gordo, pobre, rico o si tienes alguna discapacidad. Este medio masivo es para todos, incluso para quienes ni siquiera saben leer y escribir. La radio no cobra por ser escuchada, no se vende como el periódico o las revistas que son únicamente medios de información para quienes tienen un dinerito extra.

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. Tal vez su gran diversidad, su no discriminación, su amplio mercado temático, la originalidad de sus programas (unos mejores que otros), el margen más amplio para decir lo que uno piensa o simplemente el hecho de ser el medio masivo más barato, sean razones suficientes para transmutarme en un amante radiofónico. ¿Será? Inténtelo, escuche e imagine.

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. ¡Qué barbaridad! ¿o no?