No sé qué tanto venga al caso, pero lo voy a confesar: Soy medio patriotera. De niña la frase “Los héroes que nos dieron patria” me emocionaba, me henchía el pecho de orgullo. Hasta hace poco todavía lo hacía, pero comprendí que es una reverenda estupidez.
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. Los que nos dieron patria son un chingo; tantos que no vale la pena nombrarlos uno por uno y ponerlos sobre el pedestal de los héroes.
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. Pero tal parece que para contar una historia hay que distinguir entre unos y otros, llamar a algunos “héroes” y mostrarlos como semidioses: caudillos iluminados, elegidos por el destino para realizar proezas inmortales.
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. Nada malo hay en esas historias, entretienen bastante. Todo el tiempo las vemos en el cine y en la tele. El problema es que no sirven para educar.
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. Todo país necesita de la historia para conocerse. Para saber cuáles son sus fuertes y debilidades, los errores que ha cometido, las faltas que debe reparar. El problema es que estos cuentos ocultan más de lo que muestran. La identidad no puede forjarse sobre esta historia que más bien es un mito, una construcción maniquea y falsa para asombrar a niños ingenuos, como los fuimos todos una vez.
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. Buenos y malos. Héroes y villanos. Poder. ¿Acaso en algún lugar del mundo la vida es tan simple que puede reducirse a estos pocos factores?
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. La historia no la hicieron los héroes solos, por más buenos y justos que hayan sido. Había gente detrás de ellos. Y delante y a los lados: sin un movimiento social, entendido como la acción de un gran número de personas, nada pudieron haber hecho nuestros “héroes”.
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. Más que discutir sobre qué tan buenos y justos fueron, hace falta valorar a la gente que estuvo con ellos. Más que medir la maldad de los villanos, debemos hablar de la capacidad de la gente para provocar cambios.
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. La historia es compleja. Para mí, más que los episodios que nos son significativos y construyen nuestra identidad, es el desarrollo un problema que aún no se ha solucionado, no sólo en este país, sino en el mundo ¿Cómo hacer que el mayor número de personas viva bien, sin pisotear los derechos y libertades de todos?
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. A los largo del tiempo hemos ensayado múltiples soluciones a este problema. Algunos han creído que unos pocos pueden controlar el poder y vivir bien sin que los demás importen. Otros piensan que si el bienestar se reparte viviríamos mejor todos. Unos más creen que no es justo que todos tengan lo mismo si no se esfuerzan de igual forma.
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. ¿Ser libres o ser justos, o cómo hacer para ser libres y justos a un tiempo? La historia es para mí la conversación resultante entre estas posturas, y las infinitas variantes posibles entre ellas. El diálogo es todo, menos fácil.
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. Aunque algunos han tratado de ponerle punto final, lo cierto es que esa discusión no ha terminado. El problema sigue sin solución. Y lo más seguro es que no tenga una respuesta definitiva.
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. Pero es necesario que la gente sepa que el problema sigue ahí, y que no le es ajeno. Hay que entender que si bien cada uno de nosotros, comparados con la totalidad de la historia nada somos, formamos parte de ella. Que en ese diálogo infinito participamos con nuestras acciones, y que más vale darnos cuenta de ello, para poder darle una dirección a nuestros esfuerzos.
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. Tal vez así nos equivoquemos menos. Tal vez así nos sea menos difícil ponernos de acuerdo. Pero hay que sacudirse todos los discursos que entorpecen esta comprensión: la historia maniquea, los llamados de falsos profetas, los gritos ensordecedores que buscan distraernos.
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. Si cada uno reflexiona sobre el problema, y está dispuesto a escuchar a otros, tal vez algo suceda. No por que la historia nos elija como sus héroes, sino porque la gente que se compromete puede hacer cambios, siempre que haya más gente para apoyarlos.
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. A quienes se comprometen de esta forma se les puede llamar ciudadanos. Son los ciudadanos los que hacen la patria, y la historia. En ese sentido, sigo siendo patriotera. Me da por creer en esta gente.
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. Porque sé que son reales, y que mirar a los ojos a uno de ellos contagia: Dan ganas de hacer algo. Un solo ciudadano comprometido es más estimulante y eficiente que una campaña mediática como la “Iniciativa México”.
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. No te la pinta bonito ni te echa choros. Tiene las cosas en claro, te muestra el problema que enfrenta, y la manera en que lo hace. Gente así, muchísima, fue la que hizo posible esa historia que ahora nos (mal) enseñan a venerar en la escuela.
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. Lo que habrían de enseñarnos es a parecernos a ellos, a ser buenos ciudadanos. A tener claridad a la hora de enfrentar los problemas comunes.
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